miércoles, diciembre 4, 2024
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Haití: Trágicamente descendiendo hacia una crisis más profunda


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Por Sir Ronald Sanders

Como Mientras la violencia de las pandillas se sale de control en Haití, las limitaciones de los esfuerzos internacionales para restablecer el orden, incluida una misión de seguridad encabezada por Kenia, han dejado al descubierto la profundidad de la crisis. Una nación que ya está de rodillas se enfrenta ahora a un abismo aún más oscuro. La tragedia de Haití sirve como un crudo recordatorio de que no importa cuán terribles puedan parecer las circunstancias, siempre pueden deteriorarse aún más.

Siglos de injusticia

La revolución de Haití (1791-1804), el primer levantamiento exitoso de pueblos esclavizados, debería haber sido un rayo de esperanza. Más bien, marcó el comienzo de un castigo implacable por parte de un orden global impregnado de racismo y avaricia. Obligado a pagar reparaciones a Francia por su propia libertad, Haití quedó paralizado por la deuda y sometido a invasiones, ocupaciones y explotación económica. Este dominio financiero y político sentó las bases para siglos de pobreza e inestabilidad.

El liderazgo corrupto, a menudo apoyado por potencias externas, exacerbó las luchas del país durante décadas, mientras que los desastres naturales (terremotos, huracanes e inundaciones) diezmaron repetidamente su frágil infraestructura. Cuando el presidente Jovenel Moïse fue asesinado en 2021, las instituciones constitucionales de Haití se habían desintegrado. La nación quedó a la deriva, gobernada por decretos impopulares sin ningún tipo de participación pública, en medio de una creciente violencia de pandillas, hambre generalizada y parálisis política.

Una nación al borde del abismo

Hoy, Haití se tambalea al borde del colapso. Casi la mitad de su población (5,41 millones de personas) padece inseguridad alimentaria aguda y uno de cada seis niños se enfrenta a la hambruna. Más de 700.000 personas han sido desplazadas por la fuerza, mientras más de 900 escuelas permanecen cerradas, privando de educación a cientos de miles de niños.

Las bandas criminales dominan casi el 80 por ciento de Puerto Príncipe y sus alrededores, y mantienen a 2,7 millones de personas como rehenes de la violencia, la extorsión y los secuestros. Lo que es aún más alarmante es que ahora se cuentan entre sus filas a miles de niños, obligados a desempeñar papeles que van desde saqueadores hasta asesinos. Estas pandillas, envalentonadas por una gobernanza débil, mantienen su poder de fuego y amplían su alcance incluso frente a intervenciones internacionales.

La fuerza policial de Haití, superada en armas y con fondos insuficientes, lucha por mantener el orden. La misión de seguridad multinacional encabezada por Kenia, un contingente de sólo 430 personas, ha demostrado ser lamentablemente inadecuada contra redes criminales arraigadas. Las comunidades frustradas han tomado el asunto en sus propias manos y han formado grupos de vigilantes para impartir una justicia brutal. En una escena escalofriante, los cuerpos de miembros de pandillas fueron desmembrados frente a una fuerza policial silenciosa y aparentemente cómplice.

El consejo de transición: perdiendo su oportunidad de liderar

A medida que los servicios básicos colapsan y la desesperación se profundiza, el Consejo de Transición ha desperdiciado su oportunidad de ejercer liderazgo. En abril de 2024, bajo presión de Estados Unidos y con el respaldo de CARICOM, Haití estableció el Consejo para estabilizar el país, restaurar la legitimidad constitucional y allanar el camino para las elecciones. El Consejo nombró a Garry Conille, ex funcionario de UNICEF, como primer ministro interino, junto con un gabinete tecnocrático. Si bien esta iniciativa ofrecía esperanza, estuvo plagada de peligros desde el principio y destinada al fracaso. La mezcla de políticos ambiciosos y tecnócratas (muchos de los cuales no fueron seleccionados por el Consejo) generó inquietud y rápidamente condujo a la disfunción.

En noviembre, la conflictiva relación del Consejo con Conille y su gabinete culminó con su destitución. En sólo cinco meses, se habían logrado pocos avances para estabilizar el país o abordar las causas profundas de su crisis. Este fracaso erosionó aún más la confianza internacional y dejó sin resolver la difícil situación de Haití.

La iniciativa de mantenimiento de la paz de la ONU se estancó a pesar del desastre humanitario

La difícil situación de Haití es más que un desastre humanitario: es una prueba de la eficacia de las Naciones Unidas. El gobierno haitiano, apoyado por CARICOM y Estados Unidos, ha pedido una operación de mantenimiento de la paz a gran escala de la ONU. Una iniciativa de este tipo podría proporcionar los recursos y el personal necesarios para restablecer el orden, y sus costos se distribuirían entre todos los estados miembros de la ONU. Sin embargo, China y Rusia –dos de las cinco potencias con veto en el Consejo de Seguridad– se han opuesto a la idea, argumentando que las fuerzas de paz están destinadas a mantener la paz, no a combatir el crimen urbano o rescatar a Estados disfuncionales. Por lo tanto, este esfuerzo sigue estancado.

El colapso de los servicios básicos

A medida que la violencia se intensifica, los servicios básicos se han desmoronado. Las Naciones Unidas evacuaron recientemente a su personal de Puerto Príncipe, citando peligros crecientes. Organizaciones humanitarias, como Médicos Sin Fronteras, han suspendido sus operaciones debido a amenazas contra el personal y los pacientes. Food for the Poor, una organización sin fines de lucro que administra programas de alimentación, ya no puede entregar ayuda de manera confiable debido a los bloqueos de pandillas, los peligros en las carreteras y el cierre de aeropuertos.

La incapacidad del Consejo de Transición para formar un Consejo Electoral o impulsar reformas constitucionales no ha hecho más que agravar la crisis. Sin estas medidas críticas, Haití sigue estancado en un ciclo de inestabilidad. Un nuevo primer ministro, Alix Didier Fils-Aimé, ha asumido el cargo, pero su gobierno enfrenta la difícil tarea de reconstruir la confianza, abordar la violencia de las pandillas y guiar un Consejo de Transición propenso a la microgestión. El tiempo no está de su lado.

El camino a seguir

En última instancia, la responsabilidad de la recuperación de Haití recae en sus dirigentes. El Consejo de Transición debe demostrar unidad, estabilidad, competencia y urgencia en sus esfuerzos por estabilizar el país. Sin una acción decisiva para reconstruir las instituciones constitucionales y restaurar la gobernabilidad, el Consejo corre el riesgo de aislar aún más a Haití, hundiendo al país en un caos más profundo a medida que las pandillas se vuelven más fuertes, más estridentes y más decididas.

La historia de Haití es una historia de resiliencia frente a adversidades inimaginables, pero la resiliencia de su asediado pueblo por sí sola no puede reconstruir una nación. Es hora de que sus líderes superen las pequeñas divisiones y forjen un plan acordado para lograr la estabilidad y la paz. Sólo entonces podrán los vecinos y socios internacionales de Haití dar un paso adelante con confianza para ayudar a sacar a la nación del abismo.

Esta es la tarea a la que todos los involucrados –tanto a nivel nacional como internacional– deben comprometerse, dejando de lado los intereses estratégicos percibidos, ya sean personales o nacionales.



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